6.-Monarquías feudales (siglo XI).

Contexto histórico

La llegada de las monarquía feudales son consecuencia de una serie de factores:

Crisis del feudalismo. La violencia generada por la revolución feudal estaba causando unos daños irreparables a la sociedad en general, y a la economía en particular, por los ataques indiscriminados a los que estaba siendo sometida, y la destrucción masiva de campos cultivables. Para intentar apaciguar y frenar tanta violencia, interviene la Iglesia convocando la Tregua y la Paz de Dios en las que se establece un código que limita los días permitidos para luchas (de lunes a Miércoles), y los límites territoriales y personales.

Reforma del feudalismo. Se impone, por estos motivos, una ética "caballeresca" que favorece el desarrollo agrícola y la defensa exterior. Más vale tener un enemigo en común y defenderlo con ejércitos locales, que pelear todos contra todos. La caballería se convierte en un cuerpo más efectivo que la infantería, y se consagra como elitista por el alto coste del caballo, su mantenimiento y equipamiento. Esta nueva ética propició la primera cruzada impulsada por Urbano II en 1095. A ella se unieron caballeros de todas partes de Europa para enfrentarse a un enemigo común y recuperar para la cristiandad, la ciudad de Jerusalén.

Los normandos. Especial mención tienen los vikingos que se asentaron en lo que más tarde se conocerá como ducado de Normandía. Su especial disciplina y obediencia a los mandos superiores, convirtieron a este ducado en una auténtica monarquía. Conquistaron Inglaterra cruzando el canal de la Mancha en la mítica batalla de Hastings (1066) y, por el sur, llegaron hasta Sicilia.

Monarquías feudales. Durante el siglo XI el rey necesita recuperar su liderazgo en la jerarquía feudal. Para lograr su objetivo tiene que: contrarrestar los poderes de los señores feudales; asentar su propia dinastía; recuperar las prerrogativas perdidas y buscar el apoyo de la iglesia. A esta situación, contribuyen, además, factores como: el aumento demográfico que consolida las ciudades medievales; las peregrinaciones a Jerusalén, Roma y Santiago, las cuales favorecen el intercambio comercial y cultural; la importancia de las ferias; el nacimiento de la societas, la cual derivará en las Compañías comerciales y que, en definitiva, dispersarán el riesgo; y la construcción de la galera como medio de transporte, que también tendrá su utilidad militar.

Necesidad emblemática. Los documentos validados con sellos de placa adheridos al final del mismo corrían el riesgo de partirse y despegarse con la consiguiente pérdida de los datos o validación del sigilante. En algunos casos, como en las bulas de plomo, era imposible adherirlas. Los sigilantes cada vez son más numerosos y con desigual jerarquía por lo que es conveniente resaltar esta característica en los sellos.

Respuesta formal. Por este motivo, en Bizancio y por inuencia en la cancillería papal, se empezaron a utilizar sellos unidos al documento por un cordel: los llamados sellos en pendiente.

Estos sellos tenían mayor tamaño, entre 70 y 80 mm y doble cara, por lo que permitían mayor detalle en la caracterización del sigilante. Llegaron al noroeste de Europa en el siglo XI, posiblemente traídos por los normandos desde su asentamiento en Italia. A España llegarán en el XII. Los primeros en utilizarlos como signos de poder fueron los reyes, y rápidamente fueron imitados por magnates y obispos. El aumento de tamaño permite la incorporación de un tipo (figura) de mayor tamaño y dibujada con más detalle. Las figuras comienzan a aparecer de cuerpo entero y representadas jerárquicamente como si fueran retratos personales. Estos retratos se pueden clasificar en dos grandes grupos: los mayestáticos, reservados a los soberanos, y los ecuestres, reservados a los magnates. Con los retratos se representa además de la jerarquía, la función social de cada estado. Más tarde se añadirán los eclesiásticos.

En los sellos mayestáticos, el rey aparece de cuerpo entero, coronado, sedente sobre trono y con las regalías propias. En algunos casos, se incluyen figuras de carácter personal, como en el sello mayestático de Conrado II, en el que apreciamos como introduce el águila sobre su mano. Del mismo modo, Eduardo el Confesor, coloca sobre el cetro la figura de una paloma.

En los sellos ecuestres, el sigilante figura cabalgando hacia la derecha, tipo anglo-francés, con espadas, lanza, gonfalón con dos o tres farpas y escudo normando. El escudo queda prácticamente invisible, ya que queda al lado siniestro del sentido de la marcha, y sólo se aprecia la sujeción interior. El caballero se muestra en todo su esplendor, con la espada en alto, el caballo al galope, en actitud amenazante, defensiva y agresiva a la vez.

En el siglo XI asistimos también a la paulatina sustitución de la rodela por el escudo normando, también llamado de almendra o de lágrima. Su nombre proviene de los normandos, una de las primeras culturas en usarlo. Cubría desde el pecho a la rodilla, por lo que ofrecía una mayor protección, muy útil para el cuerpo a cuerpo. Posiblemente, fuera una evolución de la rodela. En ocasiones, se usaba también como camastro. El tapiz de Bayeaux (siglo XI) nos ha dejado buen testimonio de su uso, tanto por la infantería como por la caballería, decorados con figuras geométricas y, en algunos casos, suelen ir decorados con leones y dragones.

El escudo normando contaba con un umbo central del que partían cuatro u ocho radios metálicos de refuerzo. El conjunto, llamado bloca o carbúnculo, añadía al escudo belleza y seguridad a la vez que marcaba la diferencia entre un caballero y otro, dependiendo de los materiales empleados para su ornamentación.

En este siglo se suman a los sellos y enseñas otras fuentes como los testimonios literarios, los Cantares de Gesta, y objetos de adorno, como el tapiz de Bayeaux. Muchas de estas fuentes se centran en la descripción de escudos, en sus adornos y decoración, esto aspecto demuestra que que el escudo, indudablemente pasa de ser una arma defensiva a un signo de poder.

Escudo como signo de poder. La consideración del escudo como un signo de poder con todo la carga simbólica que implica de riqueza, autoridad y poder es fundamental para comprender el paso de los emblemas a la superficie de los escudos. Los escudos como nuevos signos de poder comienzan a ser descritos como verdaderas joyas, se destacan los materiales de su construcción, sus adornos y son sinónimos de opulencia y poderío. En algunos casos son descritos junto a otros signos de poder como en el testamento de Lope Garcés de 1080 donde "su escudo dorado y seña se lleven con su cuerpo a San Juan de la Peña". 

La evolución del escudo de arma personal defensiva a signo de poder lo encontramos en las descripciones de escudos en la Chanson de Roland:

Bloca:

"Le quiebra el escudo bajo la dorada bloca,…". Chanson de Roland XCIX.

"Suspende después a su cuello uno de sus escudos, grande y ancho; la bloca es de oro con los bordes de cristal; la-correa es de buen paño de seda bordado de círculos". Chanson de Roland CCXXVIII.

"Se inflaman las lanzas de fresno y de manzano, y los escudos hasta sus blocas de oro puro". Chanson de Roland CLXXXV.

Campo y cuarteles:

"Le parte su escudo bermejo, desprendiéndoselo del cuello". Chanson de Roland CXXII.

"Contra el corazón le aplasta su escudo blanco,…". Chanson de Roland CCLI.

"Le rompe el escudo que ostenta adornos de oro y florones". Chanson de Roland XCVIII.

"Y Otón golpea a un infiel, Estorgán, en el borde superior de su escudo, de tal suerte que le desgarra los cuarteles de blanco y bermellón;…". Chanson de Roland CI.

"Acomete a Anseís y le asesta un mandoble sobre el escudo, partiéndole los cuarteles de bermellón y de azur". Chanson de Roland CXX.

Adornos:

"Fulguran las cotas y los yelmos, y los escudos que llevan flores pintadas..,". Chanson de Roland CXXXVII.

"Corre a golpearle sobre su escudo mágico, en el que se engastan piedras preciosas, amatistas y topacios, y centellean los carbunclos: un demonio lo había donado al emir Califa, en el Val Metas, y éste lo ha obsequiado a Abismo". Chanson de Roland CXIV.

"Sus bien cincelados escudos están adornados con innumerables marcas". Chanson de Roland CCXXV.

Cuando el escudo se convierte en signo de poder se utilizarán sobre su superficie los emblemas de los otros signos de poder. Estos emblemas son también conocidos como "señales de reconocimiento" definidos por Menéndez Pidal como "signos de reconocimiento ocasionales que identifican circunstancialmente a la persona y no son trasladables ni identificables". Se utilizarán en enseñas (banderas), sellos, monedas, adornos, tapices y, a partir de ahora sobre la superficie de los escudos. El último paso, el de emblema a emblema heráldico, da origen al sistema heráldico.

Estamos en una época de expansión y de intercambios culturales. Los caballeros coincidirán en la primera Cruzada, así como en las peregrinaciones a Santiago, Roma y Jerusalén. Las ferias y mercados favorecerán los intercambios de monedas, así como las compraventas, la proliferación de sellos. Todo ello creará un caldo de cultivo para el agrupamiento de los grupos emblemáticos, de manera que faciliten el reconocimiento del poder, sus titulares y su ámbito territorial.  

Consecuencias derivadas del escudo como signo de poder. La principal consecuencia que se deriva es que el escudo se convertirá en un soporte de poder personal, al igual que las enseñas, monedas y sellos. Su superficie, hasta ahora decorada con la bloca y con algunas figuras colocadas entre los radios, se convertirá, a su vez, en soporte de los signos de poder que hasta ahora se utilizaban en las enseñas, monedas y sellos. De esta forma se consigue una continuidad emblemática. La superficie del escudo absorverá todos los emblemas existentes, añadiendo varias características: la movilidad que proporciona el escudo, la tipología, la articulación y la posibilidad de combinar emblemas. 

El emblema preheráldico.

Los emblemas preheráldicos se caracterizan y se diferencian de los emblemas heráldicos por el soporte, el aspecto formal y por su significado. Se exhiben en múltiples soportes y figuran tanto en ástiles procesionales, como en remates de cetros o adornos de mobiliario. Se diferencian de los emblemas heráldicos, que podrán figurar dentro de la superficie de un escudo. Respecto a lo formal, todavía no mantienen una posición fija, ni colores determinados, pero sí reflejan un cierto esquematismo que les posibilita mantener una forma específica. En cuanto al significado, es polisémico, puede ser salvífico, religioso, de protección e incluso mágico, aunque como ocurre en el caso de las señales, comienzan también a adquirir un cierto grado de significado de reconocimiento personal. Todavía dista de conferir un significado de identidad personal y no tiene carácter hereditario. Este se adquirirá, en todo caso, en la generación posterior. 


Sello de Eduardo el Confesor Rey de Inglaterra +SIGILLVM EADVVARDI ANGLORV BASILEI (1004-1066/72 mm).

Sello de Enrique I, Rey de los Francos HENRIC DI GRA FRANCORV

Sello de Felipe I, Rey de los Francos
PHILIP DI GRA FRANCORV REX
(1060-1068/73 mm)

Contrasello de Guillermo II
Rey de Inglaterra.
+WILLELMVS DI GRA REX ANGLORV (1056-1100/85 mm)

Sello de Roberto I de Flandes
Conde de Flandes
+ RODBERTVS : FLANDRENTIVM /COMES
(1035-1095/55 mm)